Chuquimancu
CAÑETE
La historia de Cañete es quizá una de las más sugerentes y diríase que hasta paradigmáticas del mundo andino. Extraña y sorprendentemente, debe no obstante contarse sin embargo entre las menos conocidas y difundidas. ¿Qué explica que los historiadores presten tan poca atención a este singular pueblo, que estando tan cerca de los de Lima, no se le puede incluir como parte de ellos; y tan cerca de la nación Ica-Chincha, tampoco formó parte de la misma? ¿Y que ni siquiera el tiempo permitiera que se fundieran con los Lunahuaná, sus inmediatos vecinos del este, considerando incluso que entre sus centros poblados más importantes hay apenas 40 kilómetros de distancia? Más hacia el este, posesionados de las cabeceras de los ríos Mala y Cañete, se ubicaban los Yauyos, cuyo mayor centro poblado está a 140 kilómetros de la costa siguiendo el curso del río Cañete. Al norte, controlando la faja costera de los valles del Mala y Asia, se ubicaban los Malas. Tampoco éstos entre sí, ni con aquéllos, habían logrado integrarse en un solo gran pueblo. ¿Cómo explicar su terco, vehemente y centenario aislacionismo, aún cuando en conjunto ocupaban menos del 1 % del territorio andino, en el que estaban pues tan cerca unos de otros?
Kaluer (2), en su obra, pone atención a los nombres de las distintas localidades de la zona. La toponimia se presume es de origen sechín(2), y a la postre centroamericana.
La “ch” está presente insistentemente en Pachacámac, Huarochirí, Chilca, Chiome, Lincha, Chocos y Chincha. La partícula “hua”, en Huarochirí nuevamente, pero además en Huañec, Huantán, Catahuasi, Lunahuaná y Huancaya –que no debe sorprendernos tiene como vecina precisamente a Huancayo, pero al otro lado de la cordillera. A su turno, la sílaba “ya”, estando en Huancaya, está también en Ayaviri y Yauyos.
La terminación “ec”, también en Huañec –y acaso además en el original de los emblemáticos y geográficamente cercanos Pachacámac y Rímac–. La terminación “pe”, en Tupe y Sunampe. La terminación “an”, una vez más en Huantán, pero también en Pacarán. En relación con la terminación “que”, es imposible dejar de asociar, tanto en sus grafías como sonidos, Viñac con Viñaque, denominación ésta con la que se nombraba también a la célebre capital del Imperio Wari. Y, por último, Quilmaná –como Camaná, que tiene presumiblemente también las mismas raíces ancestrales centroamericanas.
Todo pues sugiere que el área involucrada habría sido también un importante y milenario refugio final de parte de los derrotados campesinos y guerreros sechín.
Para el período que se desarrollan estas culturas, habían ya transcurrido como 2 500 años desde la traumática derrota de los Sechín de manos de Chavín. Habían pasado pues varias generaciones bautizando, en su propio idioma, los distintos pueblos que ocupaban. Siglos después, el Imperio Chavín, en su fase militarista, volvió a caer sobre ellos (quizá alrededor del 700 aC, ). Así, esta persecusión implacable, habría exacerbado la diáspora Sechín en el territorio que estamos analizando, de allí topónimos de ancentro centroamericano en recónditos espacios del territorio cordillerano al este de Cañete. Siglos más tarde llegarían dominándolos desde el sureste los ejércitos del Imperio Wari. Muy probablemente para atenuar las consecuencias de esta nueva traumática experiencia, los descendientes de los inmigrantes originales se desperdigaron aún más profusamente en el territorio, en zonas cada vez más altas, estrechas y pobres de los valles. Quizá todo ello contribuya a explicar, a su vez, el enraizado y empecinado aislamiento mutuo, y la sensible ausencia de integración entre los distintos pequeños pueblos del área.
Según refiere María Rostworowski, en torno al siglo XIII –y muy probablemente desde antiguo– las ubérrimas tierras de Cañete y su abundancia de agua atraían a sus vecinos, entre los que ciertamente debe incluirse a los ricos y poderosos Chinchas de entonces. Puede suponerse pues que, para entonces, el único vínculo entre todos esos pueblos era el idioma, habiéndose perdido a través de los siglos, del aislamiento defensivo y las disputas territoriales, todos los sentimientos de relación filial que podían derivarse de su eventual común origen mestizo.
Los de Cañete –como afirma la etnohistoriadora María Rostworowski, estaban acostumbrados a defender sus tierras de las pretensiones vecinas, habiendo sostenido diversas guerras, pudiendo presumirse que específicamente con los Chinchas del sur y los Yauyos del este. Para hacerles frente erigieron en Cerro Azul una fortaleza costera destinada a repeler los ataques de las flotillas de balsas enviadas desde Chincha . Hacia el este levantaron la fortaleza de Canchari, para controlar los intentos de invasión de los yauyos y para defender sus inversiones en canales de riego. La tercera, y más impresionante de las fortalezas, fue la de Ungará, para la defensa del inicio del sistema hidráulico de todo el valle. El sistema defensivo incluía una muralla de grandes proporciones, que envolvía con sus enormes paredes los campos y poblados del valle.
Las cuantiosas y titánicas construcciones de los Cañetanos permiten reconocer que tuvieron una eficaz estructura jerarquizada que facilitó la administración, la toma de decisiones productivas y las acciones militares de defensa. Sin embargo, no es ostensible la presencia de un gran centro urbano, ni de palacios y grandes centros ceremoniales que, por lo general, reflejan la existencia de una élite privilegiada. Ello sugiere, pues, la existencia de una sociedad poco estratificada, y de carácter más bien democrático. Sólo pudieron ser conquistados, por los tres más grandes imperios andinos: Chavín, Wari e Inka.
No se conoce el topónimo original de Cañete. Parece haber sido bautizada como tal poco después de 1556, a raíz de la llegada del tercer virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza . Quizá ese territorio de la cercanía de Chincha pudo llamarse “Asto”. En algunos textos, desde los cronistas españoles, a los cañetes se les denomina “guarcos” o “huarcos”. Éste, sin embargo y aunque sin duda de manera inadvertida, es un tratamiento historiográfico inadecuado, por despectivo y ofensivo. Como lo registra la etnohistoriadora María Rostworowski , de acuerdo al Lexicón de Domingo de Santo Tomás, “guarco” en quechua equivaldría a “ahorcado”.
Así, podemos presumir que Guarco, o “pueblo de ahorcados”, fue la agraviante y amedrentadora denominación dada por los inkas tras la terrible represalia de que fue objeto Cañete por su heroica resistencia militar. El castigo habría consistido pues en el ahorcamiento masivo de la población masculina adulta. Hay indicios suficientes para creer que el presunto y cruel genocidio efectivamente se habría llevado a cabo, afectando también a algunas poblaciones de yauyos. Los cronistas Diego Ortega y Morejón y fray Cristóval de Castro hacen referencia… a un asiento llamado Asto, ocho leguas de [Chincha], que era cárcel del inca, y mandó encarcelar allí a todos los curacas y hijos de curacas, de diez años arriba, y sin dejar ninguno los mandó despeñar desde una peña de donde todos se hicieron pedazos». Tal parece, pues, que Asto habría sido efectivamente la que hoy conocemos como Cañete.
SEÑORIO DE CHUQUIMANCU O HUARCO
La epoca de los señorios se presenta en el Perú arqueológico despues de la influencia Tiahuanacu, a partir del siglo XII ó XIII. Es la expansion y la conquista en toda la costa y sierra. Chuquimancu logra triunfar en el Sur, su centro estuvo en Guarco (Cañete).
Chuquimancu se impone en los valles de Runahuanac, Mala y Chilca y tenia su residencia en lo que hoy son la ruinas de Canchari. Poseía un poderoso fuerte conocido como la fortaleza de chuquimancu y tambien con el nombre de Ungará o Hungara o Huarco simplemente
Bibiografia:
(1) Chuquimancu y Chincha /Univesidad federico Villareal/Federico Kauffman Doig (1964)
(2) EL MUNDO PRE-INKA: Los abismos del cóndor – Alfonso Kaluer